Batiendo un record, llegamos a nuestro cuarto día consecutivo de trabajo en el Castro y, para celebrarlo, nada mejor que terminar a las 12 en vez de a las 14:00 horas. Así que después de quitar tierra en los distintos sondeos y encontrar la dosis diaria de cerámica, con el bocadillo en mano bajamos hacia el autobús para ir a Seira, donde ya habíamos estado visitando parte de las extensas tierras de Camilo –Don Camilo, habrá que llamarle-. Hicimos un recorrido por los Molinos, concretamente por 6 los 7 que está recuperando este año la Escuela de Verano que organiza la Fundaciàon Pro-Patrimonio de Rois. Nos acompañaron Nina y Gerardo, quien nos explicó el funcionamiento del rodicio, así como el trabajo que están realizando en Seira y también nos habló de los hórreos que se restauraron en el 2007. Se ve que los molinos están en desuso a todos los niveles, ya que por un lado andaban los chicos y por otro, metros por medio, las chicas… Onde irán as muiñadas!!!
Por la tarde tocaba prepararnos para excursión a Santiago de Compostela, aprovechando que esa noche era la fiesta grande del “Apóstol” con sesión de fuegos artificiales incluída. Lástima que el tempo no acompañase a nuestro antojo y que la entrada en Compostela fuese acompañada de un soberano chaparrón que nos obligó a una certera parada técnica para surtirnos de impermeables y paraguas, amén de diversos productos de bollería –hubo quien se ya se había comido el bocata de la cena nada más salir del pabellón a las 18:00… animalicos, si es que al final casi no llegamos a engordar más de 3 kg por cabeza!!!-.
Luego Nina, tras 20 minutitos de retraso bajo la lluvia, nos hizo una visita guiada por el Casco Histórico. Como seguía lloviendo, se optó por ir a tomar algo calentito a una cafetería, para luego refrescarnos el gaznate –zumitos, claro- en el Pepa a Loba, circunstancia óptima para sacar de bocata de jamón de la mochila e hincarle el diente ante las aviesas miradas del camarero, al menos quien no se lo había zampado por la tarde.
Llegó el momento de los fuegos y fuimos tomando posiciones en la Alameda, cosa no excesivamente complicada teniendo en cuenta las circunstancias. La verdad es que los fuegos no fueron muy allá… eso sí, si llegar al mollo no había sido complicado, la salida se lió de mala manera: hordas de turistas avanzaban con paso firme y decidido hacia nosotr@s, y entre la vorágine acabamos por desplazarnos a favor de la corriente ante la ignominioso posibilidad de ser engullidos por la muchedumbre. Curiosamente, tras conseguir salir de allí sin separarnos, al llegar a la Quintana, los gustos musicales y deseos personales de cada persona aconsejaron una escisión más que recomendable. Hubo quien se quedó a escuchar a la Mala Rodriguez, otr@s estuvimos en la Praza do Toural con Los Reyes del K.O. y no faltó quien aprovechó para irse a tomar algo de tranqui –aunque parece ser que hay fotos que muestran una sesión de “Introducción ao Baile Galego”-.
Sea como fuere, a las 03:30 el autobús nos recogió en la Praza de Galicia para llevarnos a nuestra “casita”. Hubo intentos de dormir por parte de algunas personas, hay que reconocerlo, pero el ímpetu de otras impidió tales empresas y así, entre cánticos, berridos y demás circunstancias que no es necesario comentar ahora, llegamos despiert@s a Rois, donde los sacos de dormir ya nos esperaban ansiosos de cobijar, una noche más, nuestros dulces y angelicales –algunos no tanto- sueños.
Por la tarde tocaba prepararnos para excursión a Santiago de Compostela, aprovechando que esa noche era la fiesta grande del “Apóstol” con sesión de fuegos artificiales incluída. Lástima que el tempo no acompañase a nuestro antojo y que la entrada en Compostela fuese acompañada de un soberano chaparrón que nos obligó a una certera parada técnica para surtirnos de impermeables y paraguas, amén de diversos productos de bollería –hubo quien se ya se había comido el bocata de la cena nada más salir del pabellón a las 18:00… animalicos, si es que al final casi no llegamos a engordar más de 3 kg por cabeza!!!-.
Luego Nina, tras 20 minutitos de retraso bajo la lluvia, nos hizo una visita guiada por el Casco Histórico. Como seguía lloviendo, se optó por ir a tomar algo calentito a una cafetería, para luego refrescarnos el gaznate –zumitos, claro- en el Pepa a Loba, circunstancia óptima para sacar de bocata de jamón de la mochila e hincarle el diente ante las aviesas miradas del camarero, al menos quien no se lo había zampado por la tarde.
Llegó el momento de los fuegos y fuimos tomando posiciones en la Alameda, cosa no excesivamente complicada teniendo en cuenta las circunstancias. La verdad es que los fuegos no fueron muy allá… eso sí, si llegar al mollo no había sido complicado, la salida se lió de mala manera: hordas de turistas avanzaban con paso firme y decidido hacia nosotr@s, y entre la vorágine acabamos por desplazarnos a favor de la corriente ante la ignominioso posibilidad de ser engullidos por la muchedumbre. Curiosamente, tras conseguir salir de allí sin separarnos, al llegar a la Quintana, los gustos musicales y deseos personales de cada persona aconsejaron una escisión más que recomendable. Hubo quien se quedó a escuchar a la Mala Rodriguez, otr@s estuvimos en la Praza do Toural con Los Reyes del K.O. y no faltó quien aprovechó para irse a tomar algo de tranqui –aunque parece ser que hay fotos que muestran una sesión de “Introducción ao Baile Galego”-.
Sea como fuere, a las 03:30 el autobús nos recogió en la Praza de Galicia para llevarnos a nuestra “casita”. Hubo intentos de dormir por parte de algunas personas, hay que reconocerlo, pero el ímpetu de otras impidió tales empresas y así, entre cánticos, berridos y demás circunstancias que no es necesario comentar ahora, llegamos despiert@s a Rois, donde los sacos de dormir ya nos esperaban ansiosos de cobijar, una noche más, nuestros dulces y angelicales –algunos no tanto- sueños.
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